Cómo Crear un Estado Criminal: El Socialismo

Comunismo Criminal

Este artículo nace de los pensamientos, recuerdos y maneras de sentir. Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn (Kislovodsk, Rusia, 11 de diciembre de 1918 – Moscú, Rusia, 3 de agosto de 2008) fue el mejor escritor de la era comunista; pero también duramente perseguido y castigado. Fue, toda su vida, un comunista convencido; pero no dudó nunca en criticar lo que estaba mal. Y siempre estuvieron mal las cosas, desde el principio, tal como describe en todos sus libros.

En este artículo, quiero concentrarme en cuatro obras de vital importancia, no sólo para entender la obra de este autor, sino para comprender la maldad intrínseca de las ideologías de izquierda. Estos libros son: El primer círculo, (1968) novela; Un día en la vida de Iván Denísovich, (1970) novela; Archipiélago Gulag, (1973) ensayo de investigación literaria y Pabellón de cáncer, (1973) novela.

La idea principal es demostrar el carácter criminal de las revoluciones, sobre todo, las de izquierda. El comunismo, maoísmo, castro-comunismo, chavismo, socialismo del siglo XXI, las izquierdas de sur América y centro América etc. Todos son ideologías de izquierda nacidas, y dependientes de la violencia.

El motivo se encuentra en las obras de las que hablaré a continuación, no sin antes introducir el contexto del que se va a hablar. Rusia, o mejor dicho, Unión Soviética. El nacimiento del comunismo fue una carrera trepidante de guerras, hambrunas, asesinatos, discursos plenos de galimatías, juicios y juicios de juicios, más guerras, acusaciones, conspiraciones y cárceles, expropiaciones, y más cárceles, más expropiaciones y más acusaciones de traición a la patria, al partido, a los camaradas a quien sea, cuando sea, donde sea.

1917. La familia Romanov, que vivía igual que los reyes franceses cuando se produjo la revolución francesa y que trajo como consecuencia El Terror y Napoleón Bonaparte, fue asesinada en un sótano de Ekaterinburgo, en los Urales, el 18 de julio de 1918; ya que los soviets, bolcheviques o como se les quiera llamar, estaban en una guerra civil contra los rusos blancos, que entre otras cosas, buscaban restituir el gobierno zarista; pero con reivindicaciones sociales y económicas, acordes al siglo XX (no hay que olvidar que la Rusia zarista vivía, aún en 1914, cuando entró en la primera guerra mundial, de la misma manera que en el siglo XIX e incluso, se seguían las tradiciones impuestas por Pedro el Grande. Usaban el calendario Juliano, que el resto de Europa había descartado siglos atrás); pero ellos sólo fueron la cresta de una ola de homicidios políticos: hasta los mismos revolucionarios se mataban entre ellos: los aliados en 1917, fueron enjuiciados en el 18 o 19 y claro, fusilados o exiliados. Sólo tres lograban mantenerse con vida: Stalin, Lenin y Trotsky.

El comunismo, entonces denominado dictadura del proletario, gobierno del pueblo, poder supremo popular; mantenía un delicado equilibrio, mientras sobrevivía a tanta guerra, secuestro y violación que perpetraban a sus anchas. Bastaba que un comunista le tuviera rabia al vecino, iba, le denunciaba: él, comunista o socialista y por tanto revolucionario: alegando que el vecino es contrarrevolucionario, zarista, pro germano, pro yanqui, ucraniano, demócrata, socialdemócrata, republicano, socialcristiano, cristiano, católico, ortodoxo, judío (¡cómo fueron perseguidos los judíos!) y listo, el vecino desaparecía, sus bienes confiscados, sus hijas violadas y sus hijos arrastrados a campos de concentración o Gulags.

El estado comunista estimuló el estado comunal hacia la creación de organismos encargados de la seguridad del estado. Este concepto “seguridad de estado” albergaba una razón de soberanía nacional que obligaba e incitaba al individuo al cumplir con su rol designado o si no, ser castigado por ello. De tal manera, que, si no prestabas tu casa para un comité revolucionario, porque simplemente te gusta tu privacidad o quieres compartir con tu esposa en la intimidad de tu propiedad, no! Atentabas contra el estado, porque el comité se reúne para cumplir con sus funciones que implican el cumplimiento de la seguridad de estado. Por lo tanto, al gulag, al paredón, cualquier destino era la muerte.

El socialismo y la izquierda buscan legitimar el abuso del poder mediante el concepto anteriormente explicado. Lograr la suma de felicidad del pueblo, o lograr una sociedad más justa y equilibrada… así sea matando la parte que no puede ser equilibrada.

Para esto, es necesario aniquilar los derechos humanos, suprimir las libertades individuales y claro está, se acabó la democracia y la propiedad privada y el libre deseo de cada persona de buscar su felicidad.

Obviamente, Rusia no quiso esto al principio. Tampoco quería el retorno de los zares. Tampoco las guerras civiles ni la hambruna. Pero en 1922 Iósif Stalin se instala en el poder y no lo suelta hasta que muere en 1953. Pero su llegada al poder como Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, estuvo envuelta en toda esta lucha, que no hizo más que inciar la caldera de muerte.

Stalin trató de acaparar el poder; pero Lenin lo mantenía a raya y Trotsky era mucho más hábil y estudiado y reconocido. Pero en 1924 muere Lenin; Stalin lo aclama como líder supremo, inicia el culto a la personalidad, inicia el Leninismo (que después se amalgama con el Stalinismo) y Trotsky se dedica a denunciar el exceso de poder y las cosas que hacía Stalin.

Un buen día, es declarado contrarrevolucionario y expulsado de la URSS. Así, ya Stalin tenía todo el poder para el para poder establecer el estado comunista, socialista, stalinista, leninista que quería.

El paso siguiente fue modernizar a la URSS mediante los planes quinquenales que fueron políticas descabelladas e irrealizables: solo si se sometía totalmente todos los medios de producción y las fuerzas sociales inherentes a ellas. Vale decir, controlar la economía y la sociedad.

Y así continúo aquel sistema  hasta los 30, específicamente, entre 1931-32, cuando Stalin quiso apropiarse del tigro ucranio, para poderlo vender a occidente y llenar las arcas monetarias de la URSS, que estaban bastante vacías, por cierto. Lo que ocurrió fue que se decretaron una serie de medidas que implicaron la expropiación masiva de todos los cultivos de los campesinos ucranianos y se decretó la colectivización de dicho sector. Stalin logró el objetivo de robarse el trigo y venderlo, y a su vez, murieron cerca de 10 millones de ucranios, esto se conoce como Holomodor, o la hambruna. Esto fue un genocidio, hecho a una escala tal que no fue la única hambruna perpetrada por el régimen comunista, hubo otras, con el mismo resultado: miles y miles de muertos.

1945. Solzhenitsyn era teniente, dirigía una batería de artillería y se encontraba combatiendo en un sector ubicado en el Báltico, cerca de Kaliningrado, cuando cierto día le envía una carta a un amigo suyo donde explica que las medidas militares tomadas por Stalin causaban tantas bajas y sufrimientos en sus filas, tanto como el daño que hacía el enemigo. Cuando la NKVD leyó la carta, pues había censura y toda correspondencia era revisada primero, se le acusó de inmediato de opiniones antistalinistas y fue detenido. Luego fue llevado a Lubyanka donde fue interrogado y torturado. Luego, condenado a 8 años de prisión y trabajos forzados, además, exilio perpetuo.

tras pasar por varios campos de concentración, pudo demostrar sus habilidades matemáticas y junto con otros presos (uno de ellos logró ser trasladado a un campo «más suave», sólo porque se sabía de memoria la tabla periódica de los elementos) fue a parar a un campo especial donde los presos se dedicaban a la investigación científica, por lo tanto, no trabajaban hasta el límite humano, no los golpeaban y le daban algo más de comida. Es decir, había mayor posibilidades de sobrevivir en aquellos campos. Esta experiencia es narrada en la novela El Primer Círculo.

Luego, como prisionero, tiene que trabajar como albañil, fundidor, minero. las exigencias del trabajo, y las condiciones de vida, es decir, el clima inclemente de Siberia y el congelado desierto de kazajastán, mezclado con jornadas de trabajo de hasta 16 horas, con poca comida y la tensión permanente de recibir un castigo, enfermaron al escritor, que desarrolló un tumor que luego se convirtió en cáncer.

Las experiencias del presidio en Kazajastán inspiraron Un día en la Vida de Iván denísovich. Luego vino lo del cáncer que inspiró Pabellón del Cáncer. Y aquel hombre cumplió su condena. en 1953 cumple su condena y es el mismo año cuando muere Stalin. Fue una doble victoria. Y no sólo para él. Se dice que en Vorkuta, al enterarse de la muerte del dictador, los presos lloraron… de la alegría y celebraron a viva voz, otros dicen que los presos se dedicaron a abrazarse en silencio, felicitarse y darse ánimo. Fuera como fuera, aquella escena se repitió en los gulags de la URSS.

Pero lo de Solzhenitsyn no terminó allí. Aún tenía que cumplir con su condena de exilio… perpetuo. Fue enviado a Kok Teren, en la misma Kazajastán, donde dio clases en una escuela, entre otros oficios, entre 1953 a 1956.

Aquel último, Krushev, deseoso de distanciarse de la imagen de Stalin, aunque en realidad, obligado a ceder ante el tamaño de los crímenes del socialismo, decide ablandar las cosas y propone el deshielo y es denunciado Stalin y sus políticas criminales. Ya su secuaz, Beria, había muerto: el mismo sistema lo aniquiló: estaba haciendo lo mismo que Stalin y prometía ser peor.

Alexandr fue liberado y rehabilitado. Entonces, Un día en la Vida de Iván denísovich es publicada y logra convertirse un bestseller, primero en la Unión Soviética y luego en el mundo entero.

Logró que lo llevaran al Báltico, donde podía estar más cerca de sus amigos. En realidad, Solzhenitsyn sabía que las cosas no iban bien: el partido prohibió que le concedieran la medalla Lenín por sus méritos literarios y la la mencionada novela fue censurada, aunque siguió circulando de manera clandestina.

Con la KGB detrás de él, siguió trabajando. Con sus amigos, formó una red secreta que fue llamada «Los Invisibles». Esta red actuó como un servicio de inteligencia e información, ya que su objetivo fue investigar y documentar todo el horror del comunismo.

Todo comenzó cuando el mismo Solzhenitsyn tomó la decisión de hacer un gran libro que hablará sobre la represión comunista, sobre los gulags. Según su propio testimonio, no estaba interesado en retratar las condiciones de los campos, la experiencia de un preso; lo cual ya había logrado, ahora quería contar la historia en su total y real dimensión. Contar la verdad de lo que había pasado.

Pero claro, no había manera de documentar aquello o reunir información sin despertar las sospechas de la KGB. Sin embargo, los lectores comenzaron a enviarle cartas, documentos, testimonios donde relataban las historias de la represión comunista. Es decir, la gente estaba hablándole de ello y por fin pudo recabar información.

Así, comenzó a encontrar material, incluso, de fuentes oficiales. Luego, entre 1958 y 1967 escribiendo la obra monumental, como él mismo quería que fuera y necesitara que fuera: un libro monumental para denunciar un crimen de dimensiones insospechadas.

Archipiélago Gulag fue publicada en París, en 1973. Antes, su secretaria personal, y una de las invisibles fue encontrada ahorcada en su apartamento. La KGB había estado allí. Nunca fueron aclarados aquellos hechos, pero según Solzhenitsyn, ella se ahorcó por miedo al Gulag. La KGB incautó el manuscrito.

La casa de otro invisible fue allanada y allí estaba una parte importante de los trabajos del escritor. Afortunadamente, ni el invisible fue descubierto ni los manuscritos; pero era obvio que ya no podía estar en la URSS sin temer por su vida y libertad.

Escapa a París, pero se rehúsa a publicar el libro, más bien, libra una batalla interior: entre su consciencia y su deber de proteger a quienes le ayudaron. Sabe que si publica, de inmediato se emitirá una orden de ejecución contra él y sus colaboradores.

Sin embargo, decide publicar, en el inicio, describe este acontecimiento:

«Con el corazón renuente, durante años había detenido la publicación de este libro, ya terminado: mi obligación con aquellos que seguían vivos sobrepasaba mi obligación con los muertos. Pero ahora la Seguridad del Estado se ha apoderado de él, no tengo más alternativa que publicarlo inmediatamente. En este libro no hay personajes ni eventos ficticios. La gente y los lugares son llamados con sus propios nombres. Si son identificados por sus iniciales en vez de sus nombres, es por consideraciones personales. Si no son nombrados en absoluto, es sólo porque la memoria humana ha fallado al preservar sus nombres. Pero todo tuvo lugar tal y como se describe aquí. Dedico este libro a todos los que no vivieron para contarlo, y que por favor me perdonen por no haberlo visto todo, por no recordar todo, y por no poder decirlo todo.»

No fue mi intención, en este artículo, de hacer un recuento criminal de las políticas comunistas; sí, mostrar a través de la referencia a las obras de Alexandr Solzhenitsyn, la naturaleza malvada de las políticas de izquierda. Yo invito al lector a que descubra la verdad por sí mismo, que lea y entienda lo que queda en riesgo para la humanidad cuando la izquierda toma el control de una nación.

© Juan Carlos Eurea, 2013.

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